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       La pregunta para qué sirve la sociología se puede abordar intentando múltiples respuestas, que quizás en todos los casos estén teñidas, aunque con distinta intensidad, por dos elementos significativos. El primero es el discutido status científico de las llamadas ciencias blandas, la cercanía y parentesco de la sociología con las humanísticas; y el segundo, relativo a la participación de la sociología ( más allá de las voluntades de los actores concretos) en las luchas por la imposición de visiones del mundo lo que la implica potencialmente con la política. El primero tiene una particular fuerza en las reflexiones de algunos de los modernos padres fundadores como Durkheim y Weber, que reivindicaron, normativizando, como corresponde a los gestos fundacionales, una autonomía que ya comenzaba a gozarse en el mundo académico occidental moderno de fines del siglo XIX y principios del XX. Se realizaban principios ideológicos que manifestaban la necesaria separación del mundo del saber, de los poderes políticos, religiosos y económicos. Antes que ellos Karl Marx dejaba plantadas cuestiones centrales para el corpus de la teoría social moderna en un contexto que a la par que posibilitaba reivindicar el conocimiento científico y su autonomía frente a esos poderes, habilitaba una ciencia social que buscaba lograr (y que efectivamente conseguiría) efectos políticos y culturales bastante inmediatos.

 

        La pregunta tiene una respuesta contundente y sólida en esos gestos fundacionales donde se hermanan los dos elementos mencionados. No se duda en la segunda mitad del siglo XIX y en las primeras décadas del XX de la utilidad social de los productos generados por la ciencia. Los gestos fundacionales que le dan el status científico a la ciencia social de hecho la habilitaban como una actividad útil para el progreso de la sociedad. En América Latina, aunque se hayan producido intentos asociados a preocupaciones iluministas de algunos gobiernos en los primeros años del siglo XX, la sociología va a existir realmente en términos institucionales luego de la segunda posguerra. Y desde ese nacimiento institucional estará ligada- específicamente desde la segunda mitad de la década del cincuenta en adelante- a diferentes propuestas de cambio, quizás con mucha mayor fuerza y transparencia que en otros espacios nacionales de los centros académicos. Con distintos sentidos políticos, con distintas influencias y promotores, tendrá hasta el presente una implicación (en algunos casos solo como parte de un proyecto y en otros realizándolo) en procesos de cambio social y político.

 

Lucas Rubinich
2006